Durante estos días de Semana Santa hemos intentado aprovechar el tiempo al máximo en Cáceres, en buena compañía como siempre, aunque Fran, entre que está en proceso de recuperación y sus nuevos compromisos familiares no ha podido dedicarse a esto de la fotografía. La primavera no está como debiera a estas alturas, aunque ya se empiezan a notar las últimas lluvias caídas y los bichillos empiezan a desperezarse poco a poco. Hay proyectos que no han salido pese a las muchas horas de hides (que se lo digan a Moncho), otros sin embargo tuvieron más suerte (Sebas, Gil...), pero esto es lo que es.
Dos de las tardes más entretenidas las pasé, una con Sebastián Molano y la otra con José Mª Sanz en el fantástico comedero-bebedero que el primero tiene en Plasenzuela y que es uno de los rincones que más satisfacciones me aporta cuando tengo la oportunidad de disfrutarlo. Este año, además, ha sido especial, un auténtico deleite, por la generosidad de picogordos, verderones, verdecillos y rabilargos, sobre todo los dos primeros. Era una auténtica algarabía la que montaban con sus peleas contínuas y las cebas de machos a hembras. Fueron innumerables las veces que se lanzaron a tumba abierta al comedero-bebedero, desde la encina cercana, a devorar las pipas, de modo que apenas había un momento de reposo para las baterías de la cámara. Casi 32 Gb de fotos. Cuelgo una muestra de las que hice de picogordo, la auténtica estrella de la película.
Picogordo. (Coccothraustes coccothraustes). Canon 7D 300mm 2.8 1.4x